- Nos encontramos en el sexto domingo después de Pentecostés, donde la Palabra de Dios nos prepara para asumir con gozo los retos diarios de nuestra vida.
- En medio de las situaciones de sometimiento a los inmigrantes se tiene la esperanza de que haya una pequeña reforma migratoria como alivio a los perseguidos, y es que todavía creemos en la misericordia de Dios y en la parte humana del sistema de gobierno.
- En el mundo tanto el bien como el mal caminan junto, lo que hace la Cizaña y el trigo, por eso hay que aprender a confiar en Dios y poner nuestra parte, para que la obra de Dios se lleve a feliz término para bien de todos.
- Ya hemos terminado el ayuno por la Libertad de los inmigrantes y la valorización de que todas y todos somos esenciales y merecemos ser legalizados, para tener un trato más digno y justo, que es lo mínimo que puede hacer este país de entregarles estos documentos que ya se le deben por derecho y no es ningún favor que se les hace, luego de pasar tantas pruebas.
- Seguimos viendo como se atropella nuestras democracias, la vara que se usa, con el pueblo Colombiano, el como no se respeta la democracia en El Perú y a pesar de que hay un ganador no se le reconoce la dignidad del pueblo, porque no favorece a los intereses de los perversos externos que lo único que les interesa es que hayan gobiernos títeres al servicio del gran capital.
- Hay personas que se alegran de que hayan servidores públicos que se toman el atributo de viajar a nuestros países de ir a imponer sanciones, como si esos países fueran colonias de ellos; por eso no tiene sentido el celebrar la independencia, si siempre seguimos esclavos de otro sistema que en medio de su corrupción quiere ser maestro y modelo de limpieza, mientras en su casa no se hace justicia y si hubiera esa justicia muchos funcionarios estarían en las cárceles.
- Que la celebración del 4 de julio, no solo se quede en la pólvora y en las luces de colores; sino que se vea que la estatua de la Libertad sirva para reflexionar que no podemos someter a otros e imponerles nuestras reglas de dominio y sometimiento.