REFLEXION DOMINICAL, 8 DE AGOSTO, 2021

- En esta semana que ha pasado hemos celebrado la fiesta del patrono de los sacerdotes

diocesanos, Juan María Vianey, pero muchos solo se quedan y recordar el día, no en el revisar si estamos siendo hijos de nuestro tiempo y tratando de vivir el evangelio como Dios manda. Lo mismo que la celebración del diácono San Lorenzo, hombre que no se reservó nada para si, mientras muchos de nosotros llevamos una vida mediocre.

- La celebración de la Transfiguración del Señor es muy importante, porque todos anhelamos la gloria de Dios que se manifestó en Jesucristo; pero para los salvadoreños se celebra la fiesta del Divino Salvador del Mundo, y lo triste es que en lugar que haya transfiguración lo que vamos haciendo es una descomposición social, violenta, matando, robando y ya es tiempo de dar una vuelta a la conversión y empezar a ser una nueva sociedad donde reine el amor y la justicia. Pero también hay que cambiar de raíz toda esa corrupción con todos los partidos políticos.

- Hoy celebramos los primeros 76 años de la segunda bomba nuclear que mato miles de miles de personas, y no basto con ver la primera lanzada el 6 de agosto y a pesar de saber de la gran matanza a gran escala tuvieron el valor de lanzar la otra y hoy se pregona por el mundo libertad, dignidad, de que se es el baluarte de los derechos humanos; y los países poderosos van desarrollando la carrera del armamentismo y las bombas nucleares, no han aprendido de como el ser humano es un ser enfermo de poder, amante de la dominación del otro y con tal de tener poder no importa las muertes de los demás. Se debe orar y cambiar el mundo, para que haya mayor humanidad. Esta segunda bomba que se lanzó en Nagasaki hizo mayores estragos que la que se lanzó en Hiroshima. Hombres para obrar con responsabilidad y con la luz de Dios.