REFLEXION DOMINICAL, 24 DE JULIO, 2016

El amor de Dios es infinito que nos invita a vivir felices de su amor, para que nuestra realización sea completa en su gracia, no como las expresiones que hemos visto en los discursos políticos de la convención republicana. Se necesita mayor amor y humanismo.

Hoy en este domingo la palabra de Dios nos va a llevar a descubrir la grandeza del ser humano, porque tanto en la primera lectura, se reconoce la dignidad de la mujer y que no hay diferencia, lo que debe reinar es el amor, lo otro, como Dios es tan grande y misericordioso, que hasta nos liberó en Cristo perdonando nuestros pecados y es en esa misma dirección que Cristo nos va a enseñar que ese Dios es nuestro Padre y debemos de pedirle a él con confianza sin miedo o complejo alguno.

Nuevamente, la Gran Europa, el Viejo Continente, o Primer mundo como se le conoce, vuelve a bañarse con sangre, y es que el mundo de la civilización como le llamamos no ha llegado, ya que no es, solo con carreras universitarias, adelantos tecnológicos, y con ser súper potencias en lo material y en lo belicoso, sino sobre todo, en la civilización del amor, basado en la verdad y la justicia para todos de la misma manera. Alemania, ha sufrido, lo mismo que Francia, Bélgica, Turquía. Es en realidad, las armas un mal que viene del demonio, que se deben iluminar.

Lectura del Profeta Oseas 1:2-10
Dios que nos ama tanto, y de distintas maneras nos habla para que lleguemos al conocimiento de la verdad, hoy por medio del profeta Oseas nos va a dar una gran lección, que la mayoría de nosotros no la quisiera aceptar, como el ir y casarse con la jefa de las prostitutas, el vestirla de blanco y llevarla por las calles de la ciudad, para dar a conocer cuán grande es el amor, y desde el amor es que se es feliz, no las imposiciones que los hombres hemos inventado para marginar y excluir a los más débiles.

Hoy en la actualidad muchas personas creen que solo se viste de blanco a la mujer, cuando es virgen, que no ha tenido que ver con nadie, que no tiene hijos de otro, e incluso se ha llegado a la falta de respeto tan grande de llegar a decir, al fin alguien le hizo valer. No es así, la mujer vale por naturaleza, ella es tan digna y tan grande como el mismo hombre, porque estamos hechos de la misma naturaleza y venimos del mismo Dios, y no vale una mujer más que la otro, todas tienen dignidad y grandeza.

El amor de Dios que es tan grande, que no tiene límites nos enseña a ser compasivos, llenos de misericordia, el saber distinguir que solo amando desde Dios es que se es feliz; por eso mismo el profeta va y se casa con ella, empieza a tener hijos, llega a amar tanto a la mujer como a su misma descendencia, que no hay diferencia alguna, entre la mujer principiante a la mujer que ha tenido una larga vida de relaciones, donde ha sido esclavizada sexualmente.

La vida de Dios es compasión eterna por su creación y no es porque la haya hecho imperfecta, sino porque en la libertad que nos ha dado no la hemos sabido aprovechar y nos hemos desviado, pero él con su infinito amor nos salvará, sin necesidad de hacer guerra, sin usar arco alguno, ni arma por el estimo, más que el amor misericordioso basado en la justicia divina, para nuestra realización y de esta misma manera debemos amarnos nosotros.

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 2:6-19

San Pablo nos hace tomar conciencia de que si somos cristianos, debemos de seguir a Cristo, en su ejemplo, seguir su camino, ser como él, el tener fe firme, verdadera confianza, que nada nos haga vacilar, sino al contrario en medio de todo saber dar gracias.

Si Cristo está por encima de toda autoridad, principado, y a él le pertenece cuanto existe y al reconocer su grandeza, no debemos dejar que no engañen con doctrinas bonitas, o teorías que parecen buenas, y no llevan más que doctrina de hombres y no la de Cristo que libera.

San Pablo nos hace entrar en conciencia con estas palabras: “En Cristo recibieron una circuncisión no humana, no quirúrgica, que los despojó enteramente del cuerpo carnal. Esta “circuncisión de Cristo’ es el bautismo, en el cual fueron sepultados con Cristo. Y en él fueron luego resucitados por haber caído en poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Ustedes estaban muertos por sus pecados y su misma persona no estaba circuncidada, pero Dios los hizo revivir junto a Cristo: ¡nos perdonó todas nuestras culpas!” Solo cuando uno es ciego y no quiere ver la mano de Dios en uno, es que vivimos de vacilaciones y les damos importancia a las reglas de los hombres que imponemos a los débiles para someterles.

Nuevamente Pablo nos hace entender con claridad cunado nos dice lo siguiente: “Anuló el comprobante de nuestra deuda, esos preceptos que nos acusaban; lo clavó en la cruz y lo suprimió. Les quitó su poder a las autoridades del mundo superior, las humilló ante la faz del mundo y las llevó como prisioneros en el cortejo triunfal de su cruz”. No temas, solo ten fe, y seguridad en Cristo, ven y abandónate en las manos del Padre, sabiendo que eres su hija, su hijo y ama, como decía Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.

El mismo Pablo en esta lectura te ilumina con los siguiente: “No se dejen impresionar por esos que vienen con una religión de temor o con liturgias angélicas. En realidad solo hacen caso a sus propias visiones y se inflan con sus propios pensamientos, en vez de mantenerse en contacto estrecho con aquel que es la cabeza”. Esto es para todos aquellos que viven esclavos de esas normas opresoras y reprimentes en las iglesias y las que las imponen son como los fariseos que no las vivimos, mientras Cristo, cuando instituye la Eucaristía no rechaza sino que incluye, peor hoy los santos del fariseísmo se crearon normas para escudarse y marginar a los otros, que también tienen derecho al pan del cielo.

Lectura del Santo Evangelio de San Lucas 11:1-13

Cristo trabajaba tanto, y en medio del cansancio no dejaba la oración que es vida y fortaleza, por eso que en esta ocasión al verlos sus discípulos orar, se emocionan y le van a pedir que les enseñe a orar, aunque no le piden que lo haga como él en si, sino que al igual que lo hizo Juan el Bautista con sus seguidores, y es que ellos no saben que Jesús en verdad dialoga con su Padre y lo que hace es presentarse tal y como es, no hay otra alteración,

Cuando Cristo les va a enseña a orar, les da una manera diferente, única, jamás vista, que les va a sorprender a todos e incluso muchos hoy en día no hemos comprendido esta oración todavía de que somos sus hijos y es por eso que no tenemos confianza en el pedir en las oraciones, ni cuando estamos en las misas, por eso no nos acercamos a recibir la Eucaristía, y como no nos consideramos hijos le hacemos caso al opresor que nos excluye de lo que nos pertenece.

Jesús inicia diciendo: Padre, Santificado sea tu nombre y venga tu reino”. Se le expone a Dios, el Padre cercano, no el Dios lejano, sino ese Dios que camina con el pueblo, del cual nosotros somos su familia, y ese Dios es el Dios humano y sencillo, que va por nuestras calles, no el Dios de papel ni el de muchos templos que nos han inventado, lejos y vengador.

Al hablarnos Jesús como dirigirnos al Padre, nos enseña la siguiente forma: “Danos cada día el pan del día, perdona nuestros pecados, pues nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes cae en la prueba”. Cuando nos dice el pan de cada día, es para enseñar que no se puede, ni se debe ser egoísta, ni vivir acumulando, como el capitalismo o la enfermedad de la empresa privada, sino el saber compartir y poner la confianza en Dios. También nos enseña, si queremos tener el perdón de Dios, también debemos nosotros perdonar de la misma manera, porque si no, no vamos a tener esa gracia de ser perdonados y saber disfrutar las maravillas de su amor, y nos será fácil de caer en las tentaciones.

Cristo nos dice literalmente lo siguiente en la vida de la oración: “Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y, al que llame a una puerta, se le abrirá”. En otras palabras, solo hay que tener fe, perseverancia y seguridad que vamos a alcanzar lo que buscamos, eso es lo que tenemos que tener claridad y Dios nos lo dará.

(P. Vidal Rivas)