REFLEXION DOMINICAL 7 DE AGOSTO, 2016

Se ha celebrado una fiesta más de la Transfiguración del Señor Jesús, donde se nos manifiesta como será la gloria que nos espera. También los salvadoreños hemos celebrado la fiesta del Divino Salvador del Mundo, y que esta fiesta no solo haya dejado despilfarro, ni tampoco solo muerte y desolación, sino que todos nos unamos y busquemos como erradicamos todo signo de muerte, para ser un pueblo que camina en desarrollo en base a la justicia.

Se están celebrando los Juego Olímpicos en Río de Janeiro Brazil, hay cantidad de atletas y miles de personas viendo esos maravillosos participantes de sus respectivos países y hay fiesta cuando un participante gana una medalla de oro. Si en verdad la medilla da alegría y eso es terreno, pero muchos como decía San Pablo no nos preocupamos por alcanzar la corona que no se marchita y es la que da Dios de acuerdo a la vida que corremos o la competencia que ganamos en base a la justicia y a la solidaridad, sin ser indiferentes al dolor de los necesitados.

Lectura del Profeta Isaías 1:1,10-20

Dios llama a su profeta y delante de los reyes de la tierra, que son los más poderoso, pero que también se congracian con el pueblo llevando animales como víctimas que le ofrecen a Dios, como lo hacen hoy en la actualidad cantidad de personas que creen que llevando ofrendas materiales le agradan a Dios; mientras Dios nos hace ver que eso no lo acepta, no le es grato, sino que lo rechaza. ¿Cómo serán nuestras ofrendas a los ojos de Dios? Usted se ha preguntado?

El profeta en nombre de Dios, nos lleva a la reflexión cuando nos dice: ¿por qué tantas procesiones, peregrinaciones? O como se hace hoy en la actualidad que la gente se sacrifica tanto, que hasta dañan su cuerpo, mientras el profeta hace ver si eso es grato a Dios, porque él no lo ha pedido.

Pareciera que Dios en verdad no valora las cosas, como el incienso, los cantos, las oraciones, los rezos, sacrificios, reuniones. Por esta misma situación nos hace ver el profeta en nombre de Dios, que él aparta o cierra los ojos, para no ver nuestras manos levantadas, ni escuchar tantas palabras que decimos, y que no hay justicia en nosotros sino sangre en nuestras manos.

Cuando vemos una vida de fe sin fundamento, ni claridad de vida en Dios, creemos que son las cosas las importante, y los rezos de esa falsa religión que ha argumentado en cosas, en novenas y cuestiones creadas por los hombres; olvidando que Dios no quiere palabreríos, apariencias, fachadas de religiones, con un gran cúmulo de crímenes, de robos, marginaciones, injusticias y toda clase de miseria que clama a Dios; pero con pensar que somos amigos del cura, de que ayudamos en el templo y damos las donaciones pensamos que estamos salvos y eso nos lleva a una mayor lejanía de Dios.

A la mayoría de obispos, sacerdotes, pastores no les gusta tocar este tema, que habla de purificación de la religión, como dijo en una ocasión el papa Pablo VI que la iglesia necesitaba una conversión y eso lo repetía con frecuencia el Obispo Monseñor Romero, pero cuando encontramos esta clase de practica de religión falsa y si se denuncia, no es que no les queramos, ni les estamos criticando negativamente, sino que se les hace una llama con misericordia a la conversión, sabiendo lo que dice el profeta, que aunque sean muchos nuestros pecados, rojos o negros, Dios los perdonará blanqueándolos, y dando su gracia para compartir su amor.

Lectura de la carta a los Hebreos 11:1-3,8-16

 “La fe es aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver”. Esta es la fe que nos define la Carta a los hebreos, y en verdad no se puede ver nada, porque ya no sería, pero es una certeza como la que Jesús tubo en el momento de decir en la cruz: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”, lo mismo que hizo el diácono Esteban: “Perdónales Padre”.

 “Por la fe creemos que las etapas de la creación fueron dispuestas por la Palabra de Dios y entendemos que el mundo visible tiene su origen en lo que no aparece”. Lo que necesitamos es el don de la fe, para que nuestra vida tenga sentido, porque si lo vemos todo a nivel de la ciencia nos materializamos y vamos perdiendo el sentido divino de todo, ya que todo ha sido creado por Dios, es su obra de amor y todo se consumará en él.

Esta carta de los Hebreos hace un gran elogio a los grandes en la fe, iniciando con el Gran Noé que el creyó a Dios, luego Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Elías, y todos los profetas, como las grandes mujeres, Ana, Ester, Rut, Judit y la Virgen María junto a San José su esposo. Nosotros necesitamos tener de esta fe, y si nuestra fe es débil, debemos de pedirle al Señor que nos aumente la fe, que es poder y fortaleza en medio de las adversidades, para mantenernos de pie y dando gracias a Dios por lo que nos pase, para luego decir como Pablo: “completo en mi cuerpo los sufrimientos que le hicieron falta a Cristo Jesús”.

Santo Evangelio de San Lucas 12:32-40

 “No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes le agradó darles el Reino. Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas”. Si usted y yo tenemos la conciencia de que somos hijos e hijas de Dios, debemos de tener plena confianza, absoluta paz de saber que Dios nos ha dado tanto amor, que ha enviado a su Hijo al mundo para que nadie se pierda, sino para que tengamos vida eterna y nadie se pierda; pero al mismo tiempo se nos invita, a vender las cosas que nos atan que han esclavizado nuestro corazón y poner la confianza en Dios, sabiendo compartir sin egoísmo nada, porque todo le pertenece a Dios.

“Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Es el momento de preguntarnos, cuáles son las bolsas, los graneros, las cuentas bancarias, los carros de lujos, los terrenos y toda clase de cosas materiales que nos han robado el corazón y no somos libres en Dios, porque hemos puesto la confianza en el mundo perverso del capitalismo asesino que nos ha despersonificado.

Dónde está hoy tu corazón? Está en las cosas terrenas, en los espejismos del mundo de hoy que nos han atrapado o eres parte de la vida de Dios, donde vives con gozo y lleno de fe, esperanza y con la gracia vives el amor de Dios en verdadera solidaridad, todo por saber que solo Dios es eterno y sólo en él hay vida en abundancia.

“Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno”. En la vida usted y yo no hemos venido a ser espectadores, sino servidores, como Cristo y la Virgen María que nos enseñan a servir, y no a ser espectadores o mirones, viendo solo que otros hacen las cosas, sino aportando la parte que me corresponde a mi persona. En la vida debemos de vivir nuestra vida llenos de paz, júbilo, sin miedo alguno, porque la venido de Dios no es para tener miedo, sino es el encuentro de nuestro Padre que nos retorna a su casa para darnos su gloria y que disfrutemos sus maravillas eternas en verdadera felicidad.

 Si en la última Cena Pascual, Cristo se sentó a la mesay se dio como alimento, les sirvió a sus discípulos, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor, de esa misma manera y de forma definitiva, a todos los que han sabido servir como Dios manda en este mundo en la vida celestial, Cristo será el servidor suyo, pero haga las cosas bien, sabiendo que la recompensa que le espera es grande para la vida en Dios.

Cuando Cristo nos dice: “Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan”. Todo esto quiere decir, que hay que vivir la vida en plena confianza sin miedo alguno, solo sabiendo que lo que sembremos es lo que cosecharemos porque Dios es justo, solo hay que vivir la vida sabiendo que este mundo no es eterno, que vamos de paso, que hemos salido de Dios y hacia él regresamos, por eso la muerte no es el final, no es lo último, la muerte solo es el paso para encontrarnos con Dios, para vivir eternamente de los goces eternos de felicidad que son para nuestra dicha eterna y la gloria que nos espera.

 En la vida nuestra, si usted se goza de las maravillas de Dios y si es verdadero servidor, heraldo de su Palabra no hay nada que lo hace tambalear, porque su vida no depende de cosas vanas, sino de la Roca de la Salvación que es Jesucristo el enviado del Padre para darnos la vida que solo Dios nos puede dar, por eso vive feliz sirviendo, sabiendo descubrir en los otros el rostro vivo de Dios que te clama la verdadera solidaridad, vida de comunión y participación, no la vida del egoísmo mezquino que no nos deja entender de vender y compartir desde la confianza en Dios, y dejemos la vida de la avaricia y ese afán desmedido de acumular y acumular como si fuéramos a ser eternos en este mundo, olvidando que esta no es nuestra patria, que solo vamos de paso en este mundo.

(P. Vidal Rivas)